Eso lo he dicho yo y en algún momento lo habrá dicho cualquiera que me esté leyendo, aunque lo niegue hasta la muerte. Y es que a veces sólo necesitamos escuchar algo simple que nos confirme lo que ya sabemos. Nos conformamos con una simple afirmación y no pretendemos más allá de eso, no esperamos que nos salgan con la elocuencia de Borges o que nos expliquen en detalle el famoso sentimiento.
Eso significa que a veces queremos mensajes simples. Punto. La efectividad de una comunicación no está necesariamente en saturar de información. UNA propuesta motivante para el consumidor suele obtener mejores resultados que seis al mismo tiempo.
Algunos gerentes de marca me recuerdan a las madres primerizas enloquecidas por sus hijos. Quieren que todo el mundo se entere de lo maravilloso que es y de todo lo que es capaz de hacer. Eso no es necesariamente malo… si no se tuvieran sólo 30 segundos para hacerlo o un espacio determinado en centímetros.
Y en honor a la verdad, nosotros mismos caemos en la tentación de decir mil cosas de una marca o un producto, olvidándonos de que UN beneficio comunicado de manera creativa es tan certero como pegarle un tiro al piso.
“Si, el Banco tiene una buena tasa de interés, ¿pero no vamos a decir que somos amables? Hay que decir que somos amables. Y no te olvides de la confianza, la confianza en un valor importantísimo en un banco. Ya va, y acuérdate que abrimos una sucursal la semana pasada, es un buen momento para decirlo. ¿Y que en nuestras oficinas no hay que hacer cola? Eso hace tiempo que no lo decimos, vamos a comunicarlo también….” Y como dicen la series americanas, to be continued.
Demás está decir que este es un caso de ficción, pero es una experiencia que todos los creativos hemos vivido alguna vez, aunque lo neguemos hasta la muerte.
No hay conclusión. El mensaje es simple.
Fuente: Ana Díaz
9/9/08
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1 comentario:
Creo que Da Vinci dijo una vez "la simplicidad es la máxima sofisticación"
¡Qué bueno leerte seguido Ana!
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